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viernes, 30 de enero de 2009

Sopa de tomate esencial (o con yerbabuena)

Hoy, amigos míos, quisieran que me permitieran "regalarme" presentándoles una de las comidas con las que más disfruto (comiéndomela aparte de haciéndola) y ¿por qué este acto algo egoísta en un blog que se supone es para intentar extender el conocimieno culinario que en su esencia es un acto altruísta (todo intento por compartir lo que una es, ha sido o conoce, lo es en su esencia)?, pues porque hoy es el día de mi cumpleaños. Así es, amigos, hoy hace ya 73 abriles (bueno, Eneros) nací en el pueblo sevillano de Morón de la Frontera, como ya especifiqué en otra entrada del mismo blog. Y se supondría que ya no tengo edad para hacer de la fecha una fiesta, pero para mí sí lo es, porque si estoy aquí es señal de que los llevo vividos ¿no?, y a buen seguro que los más jóvenes no llevan en su bagaje un tesoro como el de una buena cantidad de años vividos, y, creo que en mi caso particular, con buen provecho.
Como espero que esta sencilla receta les resulte.
Es de una simplicidad y economía que casi asusta, sobre todo por los tiempos que hemos vivido en los que parece que uno no se alimentaba, con todo lo que comporta ello en el ser humano, sino se deja medio riñón en la compra de los ingredientes, pero de alguna forma creo que viene al hilo de los momentos actuales. No sé si porque me crié en los años del hambre, que no creo, porque yo me he ido aficionando a esta comida a lo largo de muchos años posteriores en los que podía permitrme ingerir manjares más caros, o por mi simple gusto, pero me siento orgullosa de poder disfrutar con una preparación tan sencillita como ligera para las economías familiares.
Claro que no por simple deja de tener su misterio, aquello que la hace un plato con alma, y en este caso un alma con emotivos y refrescantes aromas, como es el de la yerbabuena. Qué expresión tan bonita, ¿verdad amigos?, yerba buena, y eso que podría considerarse una planta "mala" por como corre cuando se siembra inundándolo todo, pero es tal su fragrancia, amén de sus propiedades gustosas y digestivas que la sabiduría popular no ha tenido más remedio que nombrarla así, la buena yerba...como la buena madre, o la buena tierra. En realidad el mundo está lleno de cosas buenas. Tal vez, seguramente, sólo es cuestión de que las nombremos así, como buenas, para que dejen de resultar perniciosas o desagradables para nuestros sentires.
Aquí les dejo una fotografía de la yerba buena, que es tan bonita, la buena hierba, que pienso yo merece cualquier homenaje que se le haga, y como forma parte sustancial de nuestra receta, pues le pedí a mi hija que buscara a ver si tenía alguna fotografía sobre ella, por eso la tengo a mano para poder regalárselas.

(No lo digo nunca porque doy por sentado que lo saben, que si pican en las fotgrafías, las pueden ver al tamaño natural que las incorporo, yo de informática entiendo poco, pero algo voy aprendiendo)
Y vayamos ya con nuestra receta de hoy, que seguro les encantará.

Ingredientes, para cuatro personas más o menos:

- 1 bollo de pan duro
- un tomatito o dos bien coloraitos
- 1 pimiento
- 1 cebolla
- unos granitos de pimienta
- una ramita de yerbabuena bien fresca.

En una cazuela preparamos el sofrito con la cebolla partida, el pimiento y los tomates. Mientras se hace partiremos el pan en lascas, rebanadas más o menos finitas. Cuando ya los ingredientes del sofrito estén tiernos, no demasiado dorados, echaremos todo el pan, la sal y los granitos de pimienta y regaremos con abundante agua, más o menos un litro, sin "aditamentos", sin pastillas de caldo ni nada por el estilo, más la ramita de yerbabuena, de la que desprenderemos unas cuantas hojitas para reservarlas para el final.
Y en ese momento nos pondremos a mover bien la preparación con una cuchara de palo hasta que todo el pan se vaya empapando del líquido, el agua, que si lo deseamos podemos ir echándola poco apoco), primero a fuego vivo, luego lento, y así la dejaremos cocinarse un cuartito de hora o veinte minutos, hasta que el agua no se perciba como un caldo aparte del pan. La preparación debe quedar casi con apariencia de tarta, entera y casi con firmeza.
Una vez que lo hayamos logrado (no tiene más complicación que esperar a que el pan absorba el líquido y cuidar un poco de que no se adhiera al fondo) batiremos un par de huevos o tres y lo añadiremos por encima, cuidando de que quede repartido por toda la superficie, a modo de velo, y justo en ese momento añadiremos las dos o tres hojitas de yerbabuena que hemos apartado antes, taparemos y en un par de minutos, el huevo se habrá cuajado, formando una película muy finita por encima de toda la preparación.
Y ya podemos servir o apartar.
Les aseguro que resulta exquisita, y calentita, lo cual viene muy bien para estas fechas, además de ligera digestivamente hablando, y de tiempo y hasta de dinero, como pueden comprobar. Eso sí, cuando la coman, recuerden a la yerbabuena, y enseguida percibirán que sin esa yerba, esta comida no sería la que es, porque como todos sabemos, son los pequeños detalles los que convierten en tesoros a todo aquello que se nos ponga por delante. Los llamamos pequeños, pero en realidad deberíamos nombrarlos como grandes, o mejor esenciales, pues son los que dan sentido y gusto a la vida.

¡Huy!, mientras escribía me ha llegado por correo el primer regalo del día, así que aquí se los dejo para que lo disfruten conmigo, una fotografía que me envía mi hija.



¡En flor me dice que estoy!, pues yo le digo que sí, que me lo creo. Rosas sevillanas son, y curiosamente son las del rosal que están junto a la ventana de mi casa en el campo, con lo que me gustan las rosas rojas. Éstas además me recuerdan a las que tenía mi madre en su patio y también mi suegro en su azotea, que yo compartí cuando vivíamos con ellos, lugares por cierto en los que siempre había sembrada una planta de yerbabuena en alguna maceta inundando con su aroma todo el aire. Hay que ver que sin querer todo se relaciona, ¿verdad amigos?, como que como les he dicho, yo creo que no es tan dificil llenar la vida de cosas agradables y bonitas y hasta buenas. Con un poquito de disposición y sabiendo disfrutar de las hermosuras que tenemos cerca, nuestra vida puede resultar de buen y agradable provecho.
Como espero que les resulte la receta que hoy les he dejado, porque no hay mejor celebración que poder compartir alegrías y felicidades.
Va por ustedes, amigos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por publicar esta receta!! Desde luego para mí sí ha sido un regalo encontrarla. Es exactamente igual a la que yo recordaba (y echaba de menos) de mi abuela.
Felicidades por su blog
Charlotte

Anónimo dijo...

Ahora que ya no trabajo y soy abuela, quiero recuperar las comidas que mi madre nos hacía cuando eramos niños.
Algunas las perdí por el camino, por no practicarlas (cuando no tienes mucho tiempo acabas cocinando solo lo que gusta a todos).
Así que te encontré, voy a hacer esta receta y todas las que vaya recordando.
Gracias por tu blog
Manoly