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lunes, 2 de febrero de 2009

Manitas de cerdo creyentes

No, no les decimos "patitas", sino que usamos un vocablo que remite en nuestro subsconsciente a evocaciones tan afables y afectuosas como otorgan la expresión "manitas". Menos mal que por una vez, nuestra capacidad para el lenguaje verbal hace justicia con los animales, sobre todo con éste del que hoy nos vamos alimentar, porque resulta odioso, y hasta tedioso ya, contemplar cómo los humanos, en su persecutoria manía contradictoria por nombrar conceptualmente mal, es decir erróneamente a todo aquello que en cualquier momento nos disguste por, casi siempre, modas o caracterísiticas que navegan al pairo de nuestros propios perjuicios (y prejuicios), terminemos por usar apelativos insultantes para nombrar a seres que no han hecho más que acompañarnos a lo largo de toda nuestra vida, y cuando digo nuestra me refiero a la NUESTRA, es decir la de toda la humanidad.
A este animalito, el cerdo, todos los sabemos , no voy a descubrir ahora nada nuevo, hemos terminado por nombrarlo asemejándolo a todo aquello que nos resulta sucio, vil o rastrero, bien por ese aspecto de los lugares donde ha solido criarse (lugares cuidados por humanos, no lo olvidemos), bien por las normas que ciertas religiones (la hebrea, la musulmana) más encadenadas las palabras de la Biblia, se han autoimpuesto, que en su momento (miles de años, no lo olvidemos, el hombre era aún un tierno infante) pudieran tener causa justificante o justificada, pues estableciendo normas sobre la alimentación y la diferenciación entre animales impuros o comestibles, no hacían más que velar por la subsistencia de los grupos humanos que entonces se desarrollaban al hilo de su particular fé o creencia, su subsistencia y adecuación y conservación del medio que habitaban. Pero que hoy en día, con todos los conocimientos sanitarios y médicos, y hasta de reforestación (el cerdo se comía la bellota, no lo olvidemos, impedía la proliferación del bosque ) que tenemos, aún queden perjuicios con respecto al consumo de ciertas carnes, y hasta frutos, no me hace más que pensar en que el hombre, tonto él, no sabe ni siquiera usar los progresos que él mismo ocasiona.
Cerdo, puerco (porcus-i, del latín), marrano (mah rein, voz árabe que signfica cosa prohibida), guarro etc, podemos nombrarlo como queramos, pero que no pretendamos insultar a nadie usando estos términos, pues en realidad sólo los estaremos piropeando, ya que:
uno - el cerdo es un animal tan limpio que el pobre ni suda
dos- se baña en el barro por la misma protección que busca para su piel, y creo que no es necesario que ahora mencione a las virtudes terapéuticas recientemente puestas de moda en balnearios y demás centros de estética y hasta de salud que un buen baño de arcilla o tierra mojada ofrece a nuestra piel, y lo que no es nuestra piel.
tres- es el animal que por su anatomía interior más se parece al ser humano , que por tener tiene hasta apéndice, y gracias a los estudios que en la Edad Media se dedicaron a su anatomía especialmente en la cultura musulmana, consiguió el ser humano avanzar en el estudio de la suya propia.
y cuatro, conocida por todos, nos alimenta consigo mismo sin desperdiciar ni un cachito.

Hoy vamos a comernos sus manitas, que dicho sea de paso, y una vez que pienso en que además de ser animal injustificadamente mal querido por todos visto como usamos su nombres para insultar a nuestros semejantes, me da hasta cierta tristeza comérnoslas, pero creo que para todos resulta claro que si nuestra cultura de ser humano nos impele a consumir seres vivos (comer piedras, o sea, inertes, es decir, sin vida, creo que resultaría harto difícil además de ciertamente contraproducente), más vale hacerlo con todo el respeto y cariño y al menos homenajearlo agradeciéndole que de tan buen provecho nos sirva.
Dicho todo esto pasemos a nuestra receta.
No, no se les ocurra pedirle a su carnicero (tal vez no lo hagan, pero se les puede pasar por la cabeza) manitas de credo, digo, cerdo, ibérico, ahora que tan de moda está citarlo presuponiendo por nuestra parte que su carne es de mejor calidad que la del cerdo de granja o de cualquier otra raza. No voy a negar yo las características positivas de esta raza con respecto a las de otras. No, el hecho de que esta raza, la llamada ibérica, figure entre una de las más indicadas para la producción de ciertos suculentos manjares tiene sus motivos, y entre ellos uno es que el supuesto engorde de los especímenes de la misma se realiza al aire libre en la época llamada de la montanera, en la cual el cerdo se alimenta de la rica bellota, un fruto seco que hace que el metabolismo del animal produzca unas grasas ciertamente saludables para nuestro organismo, y muy sabrosas, especialmente sabrosas, y que son estas grasas las que consiguen que sus carnes, deleiten nuestro paladares (la grasa es el "fijador" de los sabores y hasta de los olores, por eso es tan necesaria en todo aquello que pasa por nuestro paladar, es decir, en la elaboración culinaria) en manjares tan exquisitos como los jamones o las paletillas curadas, ¡pero! y aquí es a donde quería yo llegar, las manitas de cerdo ibérico no existen en el mercado. Estoy segura de que ya habrán deducido la causa... exactamente: Las manitas de cerdo ibérico van "adosadas" a ciertos alimentos cuya cadena de producción es diferente a la normal en el abastecimiento habitual de carne de nuestro mercados. Es decir, las manitas del cerdo ibérico resultan ser aquellas extremidades por donde se cuelgan nuestros queridos jamones y paletillas de cerdo curado para deleite y ornamento de nuestras cocinas, bares, restaurantes o establecimientos que tengan a bien lucir su arsenal de joyas culinarias.
Tal vez puedan pensar que todo este lío explicativo no tenía razón de ser, que todos damos por supuesto que es así, PERO, como más sabe el diablo por viejo que por diablo, yo no he podido reprimirme a comentarlo, pues, les aseguro, en alguna que otra andanza por los puestos donde venden las carnes he tenido que llegar a oir por parte de algún cliente la petición exacta que les transmito: "Deme un kilo de manitas de cerdo ibérico", dicha frase expelida tan naturalmente que no sólo podía provocar la estupefacta mirada del carnicero pretendido, amén de la mía propia, sino la normal ,y hasta exigida diría yo, carcajada por parte de cualquier semejante presente.
Yo no sé que nos pasa, sinceramente, si es que la culturización nos lleva al analfabetismo, o tal vez que la semiculturización nos lleva a la ignorancia más supina porque suele ir acompañada de la presunción de que, por seguir modas, ya somos todos sabios.
En fin, sólo una anécdota, pero por si acaso, la he relatado . No pidan nunca manitas de cerdo ibérico, por favor, y que tampoco nadie intente vendérselas, por si acaso.
Nuestro queridos jamones no serían lo que son sin ese parte de su anatomía por la que entre otras cosas podemos distinguir no sólo la raza (pata negra, así de ese color debe ser) sino también la salud mercantil de la dichosa pieza en cuestión...a tobillo (caña) más fina, más probabilidad de que nuestro querido cerdo del cual provenga el jamón o paletilla en cuestión haya andado más y mejor por nuestros queridos bosques de encinas, y por lo tanto la presencia en su carne de las beneficiosas propiedades de la alimentación proveniente de la bellota, sea más CIERTA (bicho estabulizado, tobillo hinchado).

Hoy comeremos manitas de cerdo normal y corriente de cualquiera que sea el que vendan en nuestro mercados. Es un producto además bastante económico, aunque ahora, con esto de la crisis, seguro que le suben el precio...lo cual, bien pensado, no estaría del todo mal. Al menos contribuiríamos así a solventar en lo posible los riesgos de la deflacción. De todos, y hasta en los detalles más tontos, depende que nuestra economía vaya a mejor, y el pueblo suele ser más sabio, además de más generoso, que las actuales clases dirigentes, y cuando digo dirigentes no me refiero a los políticos,que al fin y al cabo sólo tienen el poder que nostros les hemos dado, al menos en nuestro país, sino a aquellos de los que depende todo normalmente, ya que vivimos en una economía de mercado, es decir, a los que ostentan el poder económico, que normalmente nunca es "dado" sino mejor, obtenido, si con el sudor de su frente o la ignorancia de las frentes de los que les damos el dinero, vayamos a saber, pero el caso es que no tienen poder económico porque nostros hayamos votado que sea así...¿o tal vez sí?...¿o es que ya no nos acordamos de lo contentos que nos ponemos cuando nos dan la posibilidad de "hipotecarnos"? Señores banqueros, hagan el favor, prueben las manitas de cerdo, verá como se les ablanda no la sesera, que derretida debe andarles ya de tanto pensar en ver cómo lograr extraer más beneficio, sino su corazón, que buena falta le hace. Claro, que bien pensado, si sucediera así, ya no podrían ser llamados banqueros, es decir, seres que saben hacer negocio con el dinero, porque ya sabemos todos que la palabra "neg-ocio" implica la negación del ocio y ustedes no tienen tiempo para entre tanto sudor de sus frentes y negaciones de las frentes de los otros, beneficios, negocio y hasta ocio, tener tiempo, me repito, para la negación de los negocios.
Un dato. Las manitas de cerdo no son un alimento rico en grasas. Son pezuñas, una extremidad siempre en contínuo ejercicio físico (los animales se sostienen sobre ellas) así que lo normal es que la grasa que pudiera acumularse despareciera nada más que por el ejercicio natural de cualquier ser con "pies" por el hecho de estar incorporados sobre los mismos. Resulta la aseveración de puro cajón, claro está. Lo que sí son es riquísimas en colágeno, sustancia que se halla en el tejido conjuntivo, gelatina, que recubre todos los huesecitos que las forman. Así que a aquellos preocupados por el colesterol y demás zarandajas se lo digo más claramente: Cónsumanlas sin miedo y sí con mucha alegría. Las propiedades del colágeno resultan especialmente beneficiosas.

Ingredientes (cuatro personas más o menos):

- unas seis manitas de cerdo, troceadas por su carnicero (tienen mucho hueso y a nosotros en nuestra doméstica cocina nos puede resultar dificil trocearlas)
- un pimiento verde
- un tomate o dos
- una cebolla
- algunos ajos
- pimienta en grano, laurel, aceite de oliva, pimentón dulce y sal.
- y un clavito (porque son de cerdo, al cerdo le va muy bien la especia clavo, como ya comenté en otra entrada)

Y nada más. Como comprobarán por los ingredientes esta comida es casi de aquéllas que podemos llamar de "régimen" ¿de cuál?, claro está eso dependerá de lo que pretendamos conseguir u obviar. No sé de sus cálculos en calorías pero ya pueden observar que en preparación no hay nada que nos remita a una abundante ingesta, ni siquiera mínima, de sustancias "prohibidas" por las modas actuales. Todo es gelatina (colágeno), huesos (calcio) y verduras...más aceite de oliva, eso sí. Y para que ustedes mismos se aseguren de lo que les digo hagan la prueba cuando terminen de cocinarlas, con lo que les quede o con el guiso entero, lo mismo da. Guárdenlo todo en el frigorífico, esperen a que se cuaje y después extráiganlo todo para volverlo a calentar. Observarán que la preparación ha quedado como una masa compacta con apariencia trasnparente (la gelatina) y que sólo arriba aparece una mínima capa de una sustancia ligeramente anaranjada: es el aceite de oliva cuajado coloreado por los demás ingredientes. Verán que esta capa no será de más de dos o tres milímetros de espesor, es decir, el guiso de las manitas en sí no ha soltado nigún tipo de grasa...porque no las tienen, claro está.

En cuanto a su proceso de elaboración, no se preocupen, que en un segundo se lo desarrollo. Esta entrada es larga, pero no por culpa de la receta en sí. Hasta un niño de pecho podría elaborarla. Comprueben si lo dudan:

En una olla a presión ( o rápida, menos tiempo, ya sabemos) coloquen las manitas enjuagadas y troceadas. Agreguen las verduras partidas, el aceite de oliva, la pimienta, el laurel, la sal y, al final, el pimentón. Muevan un poco con la cuchara de madera. Cúbranlas de agua hasta arriba y tapen. Si olla a presión, casi hora y media. Si rápida, una media hora.

Listas estarán las manitas ya guisadas.

Ya habrán comprobado que más sencilla no pueden resultar de guisar, todo en crudo y a esperar que se pongan tiernas.

Sólo un par de datos. No hay que pasarse en la cantidad de agua con las que las cubrimos, pues las manitas sueltan mucho líquido, líquido que no es más que la gelatina "licuándose", auqnue esto tampoco resulta demasiado problemático, pues si una vez terminadas vemos que le sobra líquido sólo tendremos que dejar en el fuego un ratito más todo, ya sin presión, a fin de que se evapore algo el líquido sobrante , se consuma la prepración o el guiso.
El siguiente, que es el más importante. Tiene una especial querencia, este guiso, por prenderse al fondo de la olla en cuestión. Mientras están guisándose no existe ese problema, aunque por supuesto siempre lo estaremos haciendo a fuego lento. El peligro llega al final, o cuando queramos volver calentarlas, PERO, también tiene esto solución, como todo en la vida. Pongan entre la olla y el fuego cualquier utensilio de cocina que usen para tostar, una antigua carmela o incluso una vulgar sartén antiaherente, e incluso un gran trozo de papel de aluminio, algo que evite el contacto directo del fondo de la olla con el calor del fuego. Así lograrán que la preparación no se estropee adhiriéndose al fondo de la olla. Si les sucediera así, no rasquen, vuelquen todo el contenido en otra olla limpia y den por desperdiciado lo que se haya quemado, sin tocar. Así su posible sabor a chamuscado no contaminará al resto del guiso.
Y diviértanse consumiéndolas, distraidas son de comer, además de que nos llenan el ojo, que ya sabemos es fundamental para llenarnos la barriguita. Como llevan tanto hueso parece enteramente que vamos a engullir cantidades astronómicas de comida, pero una vez que hemos terminado observaremos que la mitad, por lo menos, no era más que sustancia iningerible por nosotros los humanos, o sea, ósea, así que, si nos quedamos con ganas, podremos repetir liberados por completo del sentimiento de culpa.
Eso sí, mientras lo hacen, recuerden a nuestros cerditos, a nuestros banqueros y a nuestras capacidades para decidir quién debe tener el poder del dinero, si es que debiera tener alguno.
Eso sí, a manitas, está todo el mundo invitado, y a oir esta canción que la dejo por si les apetece hacerlo (abajo trasncribo su letra, Arcipreste de Hita, siglo XIV, español, ¿ven como nada en este mundo es nuevo?...). Y por si no funciona, les pongo el enlace aquí
Que las disfruten, las manitas y nuestros credos, digo cerdos.




(Lo que puede el dinero. Letra: Arcipreste de Hita. Música e intérprete: Paco Ibáñez)

Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar,
al torpe hace discreto y hombre de respetar,
hace correr al cojo y al mudo le hace hablar.
Quien no tiene dinero no es de sí señor.
También al hombre necio y rudo labrador
dineros le convierten en hidalgo doctor,
cuanto más rico es uno más grande es su valor.
Quien no tiene dinero no es de si señor.
Y si tienes dinero tendrás consolación
placeres y alegrías y del papa ración
Comprarás paraíso, ganarás la salvación,
donde hay mucho dinero hay mucha bendición
Él crea los priores, los obispos, los abades
arzobispos, doctores, patriarcas, potestades
a los clérigos necios da muchas dignidades
de verdad hace mentiras, de mentiras hace verdades.
Él hace muchos clérigos y muchos ordenados
muchos monjes y monjas, religiosos sagrados
el dinero les da por bien examinados
a los pobres les dice que no son ilustrados.
Yo he visto a muchos curas en sus predicaciones
despreciar al dinero, también sus tentaciones
pero al fin por dinero otorgan los perdones,
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones.
Dicen frailes y clérigos que aman a dios servir
mas si huelen que el rico está para morir
y oyen que su dinero empieza a retiñir
por quien a de cogerlo empiezan a reír.

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