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miércoles, 25 de febrero de 2009

Anchoas rebozadas (o voluntariosas)

Hace días que aparecieron en el mercado y desde entonces estoy con el ánimo de no desperdiciar la ocasión que este ejercicio que hago al escribir este blog me ofrece para poder presentarles esta receta, esta particular forma de cocinar las anchoas, un pescadito parecido al conocido boquerón pero de propiedades culinarias muy distintas. Nunca se me ocurriría preparar al boquerón como les voy a comentar que preparen las anchoas, ya que unas de otros se diferencian sobre todo, aparte de porque la anchoa posee un tamaño algo más grande, por, imagino que la presencia de grasa en su carne. El boquerón, que al menos por aquí es conocido a través de dos variedades, el blanco o Victoriano (por la playa de la Victoria, de la ciudad de Cádiz), muy fino de paladar, muy rico, algo más caro, todo un lujo para el paladar, y el común azul de toda la vida, menos terso de carne y piel pero más barato y gustoso, según mi punto de vista, que se basa tan sólo en el conocimiento adquirido a través de los años en la compra de este pescado, tiene propiedades en su carne por las que no necesita de la envoltura con las que vamos a cubrir a nuestras anchoas. Éstas resultan sin embargo muy secas, por lo que les recomiendo las prueben de esta forma que les voy a sugerir.
Debo decirles que he estado intentando informarme sobre las diferencias centíficas entre una variedad y otra, PERO, que me ha resultado imposible obtener una clarificación con la que poder acompañar a esta entrada. A primera vista, lo que me ha sugerido el encuentro de lo que he hallado es que existe una gran confusión a nivel de citas en los buscadores, pues la mayoría aluden al boquerón y a la anchoa como el mismo tipo de pez. Cuando, esto sí, ya sé que sí además de por mi propia experiencia, esto no es así. Pertenecen a la misma especie, de la cual hay un gran número de variedades o géneros. Yo, como todos ustedes saben, no soy bióloga marina, así que no puedo determinarles por su nombre científico de qué genero tratamos. Lo único que puedo transmitrles es, como ya les he comentado, mi conoimiento.
Animarse a escribir un blog sobre recetas de cocina, desde el punto de vista del que lo hago, el mío propio, muy común y a la vez individual, es peor que dar un salto en el vacío. Al menos cuando das éste tienes un cincuenta por ciento de que abajo encuentres un colchón; si no aparece, mala suerte. Pero puede que sí esté. Sin embargo, cuando realizas esto que hago, partiendo de la conciencia de la modestia de mi posición, el salto ya presiente una que no sólo es al vacío, sino que encima encontrarás en la caída mil zarzales que , sí, algo amortiguarán la caída caso de que no halle colchón en el final, pero también, caso de que lo halle, llegará una tan llena de arañazos que ya no sabe si logrará encontrar alivio cuando vislumbre la figura del mullidito colchón. Una parte de su modestia, pero cuando encuentra tantas presuntuosidades basadas en NINGÚN dato cientítifico, se solivianta, todo hay que decirlo.
Sigamos con nuestras anchoas y boquerones, y como les he comentado, hablando de ellos según mi humilde conocimiento.
Las anchoas que prepraremos intuyo que son las mismas que por el Norte de España contribuyen a construir una de las más famosas industrias conserveras, anchoas en conserva, por todos conocida. Intuyo que deben ser las mismas porque se me ocurre que por su especial sequedad son muy aptas para, una vez saladas (conservante) sumergirlas en aceite y que así su carne adquiera cierta untuosidad. Por aquí, por el Sur, "conservamos" todo tipo de pescado azul, la caballa, el atún, las sardinas, pero, cuando queremos conservar una especie parecida a la anchoa, el boquerón, utilizamos el vinagre...¿por qué?, pues porque la carne del boquerón admite la astringente ( y por tanto endurecedora) presencia de un fuerte ácido como el vinagre, que no sólo actuará como conservante del pescado, además de aliñarlo con un sabor exquisito, sino que contribuirá a suavizar aún más el tacto de la carne del mismo (misterios de la química).
Luego el boquerón y la anchoa son dos géneros, o como los científicos los llamen, completamente distintos, al menos en sus carnes.
Boquerón, al menos el azul, suele haberlo en nuestro mercados casi todo el año.
Anchoas, al menos aquí en el Sur, sólo en estos meses que ahora comienzan. De aquí a primavera, y por escaso tiempo, probablemente porque emigran a zonas de aguas más frías como las norteñas, y allí ya las pesquen para alimentar su industria conservera.

Dichas todas estas especificaciones, dispongámonos a preparar nuestras anchoas de la forma que les he dicho, que por otro lado imagino o presupongo que puede ser muy conocida. Es tan sencilla y su lógica tan simple que no acierto a responderme al porqué de que en las miles de entradas que me han saltado con el nombre de anchoa no haya logrado encontrar ni una sola receta similar a ésta. Llegaba una predispuesta a comentarles que seguro que la conocían, y por lo tanto envuelta en un gran mantón de modestia, y desde él se la escribo, eso sí, ya un poquito más abierto, como por los hombros puestos (de Manila, eso es).

Ingredientes:

-1/2 kilito de anchoas (frescas, sí, frescas, no en conserva)
- harina
- un par de huevos aproximadamente
- aceite de girasol para freirlas
- PACIENCIA

No se asusten por este último ingrediente, es sólo el que acompaña al amor con el que todo se debe realizar en la cocina, y en este caso sólo lo necesitamos para entretenernos en limpiar y abrir nuestras anchoas, que eso sí, como son tiesecitas y algo más grandes que el boquerón, también nos ayudarán a que nuestra labor sea más agradecida y llevadera.
Para limpiarlas y extraerle la espina les daremos un pellizco con con los dedos pulgar e índice por la zona de la agallas, enseguida detectaremos la espina, la sujetaremos bien con esos dos dedos y con un tironcito hacia abajo lograremos quitarle la espina limpiamente y nuestras anchoas nos aparecerán abiertas y limpias de resíduos que no deseamos. Para añadirles un dato, si hiciéramos lo mismo, como se suele hacer para prepararlos en vinagre, con los boquerones, el tironcito tendría que ser muy-muy liviano, pues al ser su carne mucho menos recia, se correría qel peligro de que nuestros boquerones se nos rompieran en las manos. Esto es otra prueba de que hablamos de pescados distintos, según mi entender, claro está.
Iremos limpiándolas y depositandolas extendidas en cualquier recipiente. A continuación las salaremos y las dejaremos un ratito, una horita, dos, en la nevera hasta que vayamos a cocinarlas, con la intención de que tomen la sal.
A la hora de freirlas prepararemos los huevos bien batidos y un recipiente con harina de freir (harina de trigo, normal, no de repostería). Iremos pasando cada anchoita por la harina y cuando ya las tengamos todas enharinadas, pondremos la sartén con abundante aceite al fuego. Cuando ya esté caliente, siempre sin humear, iremos pasando cada anchoa por el huevo batido para enseguida sumergirlas en el aceite. Un minutito oor un lado y otro por otro. Con un tamaño de sartén convencional, podemos freirlas de cuatro en cuatro. Les recomiendo no usen freidora, o al menos la rejilla que suele acompañarlas, pues la envoltura de huevo y harina pesa mucho y tenderá a sujetarse a la tramazón que ella forma. Siempre las podemos despegar con un tenedor, pero es complicación añadida.
Cuando vean su fuente rebosante de sua anchoas rebozadas se sorprenderán de la espectacularidad visual de esta sencilla preparación pero, si esto es así, no les digo nada cuando las prueben. El tacto seco de la anchoa habrá desaparecido como por arte de magia, la sensación que les acompañará será la de estar comiendo pastelitos jugosos y exquisitos, eso sí, salados en vez de dulces.
Cuando comencé este blog mi nieto me dijo: ¡Qué bien, abuela, así cuando sea mayor (más mayor digo yo, ya tiene dieciseis años, magnífico estudiante por cierto, y mejor niño aún, si eso es posible) ya podré mirar para ver cómo se hacen las cosas!". Y sí. amigos, ese fue mi primer colchón, porque una, lo crean o no, muchas veces se pregunta que para qué hace esto, con la de buenos cocineros y expertos que hay por este mundo de dios, pues también una es consciente de que la mayoría de las lecturas se las debo al cariño que me profesan mis allegados, y no es que éste no valga, todo lo contrario, es lo úncio que cuenta, sino que a veces una se siente un poco presuntuosa por el hecho de hablar sobre lo que sabe o cree saber (con la de sabios que hay en este mundo ). Así que encontrar una utilidad partiendo de un ejercicio basado en tareas tan humildes, como les digo, supone encontrar ese mullidito colchón en este salto al vacío que toda expresión entre humanos, por liviana que sea, supone.
Así que esta receta, con el permiso de todos, se la dedico a mi nieto Manolito. Además me encanta saber que por lo menos así no tendrá que ir a ningún cursillo para aprender a planchar, cocinar etc, que el otro día contemplé en la tele que en no sé qué lugar habían comenzado a impartir, con multitudinaria asistencia de jóvenes que van previendo emanciparse de su hogares. Me pregunté: ¿y los padres de esos chicos, ¿ y los abuelos? ¿ o los titos?, ¿ o sus mayores?...¿dónde están?...¿es que nadie les ha podido enseñar a saber coser un botón, placharse una camisa o hacerse una tortilla?. Me sonrojé, por vergüenza ajena.
En fin, ustedes lo saben, yo fui madre trabajadora.
No es cuestión de falta de tiempo, no, sólo de prioridades y voluntad.
Como nuestras anchoitas, que sequitas que son, también las hacemos voluntariosas para desear ellas deleitarnos con la suavidad de su carnes, algo impensable en primera instancia.
Pruébenlas de esta forma si no la conocen. Les sorprenderá. Y espero que les gusten.

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