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viernes, 27 de marzo de 2009

Ali(L)oli


Les confieso que he dudado mucho en la incorporación de esta receta a nuestro blog, pues parto de la base de que nada nuevo podría aportar, ya que por todos es conocida la forma de elaboración de un alioli y los ingredientes de los cuales se compone. Entre esa circunstancia y el hecho de que el ánimo necesario para poder dedicarse una a estos menesteres, la labor de exponer en público, no debe hallarse muy presente en mí en estos últimos días, la ralentización en la publicación de esta receta creo que puede resultar por todos entendible. No, no se confundan, por favor, que es lo último que quisiera provocar en ustedes, confusión. No es que una se halle de capa caída, como coloquialmente solemos expresar, sino que el acto de exponer creo yo que requiere de un atisbo de riesgo, un impulso ciego que a cualquier ser humano le provoca el arranque de exteriorizarse, sea cuales sean las informaciones o emociones que vaya exteriorizar, pues de alguna forma nuestra mente, nuestro espíritu, se cierra al exterior sin saber muy bien por qué, pienso yo que en un acto defensivo reflejo cuya causa a simple vista, y no tan simple, puede hasta no ser encontrada. Simplemente nos cerramos y ya está.
Por eso tal vez admiro tanto a los artistas y creadores en general, porque ellos, aparte de que puedan poseer un impulso interno casi genético para saber romper esa frontera entre el yo y el “los demás” que los hace siempre posibilitados para esa exteriorización necesaria, imagino yo que deben pasar por momentos iguales, y sin embargo, continúan haciéndolo. Tal vez porque “el cuerpo se lo pide”, o tal vez no, tal vez porque consideran ese ejercicio como su propio trabajo o labor como seres humanos, unas veces hipervalorada, el resultado de esa labor, es decir, la obra de arte, pero tengan en cuenta que sólo cuando ésta entra en contacto con el mundo mercantil y, normalmente, a posteriori, pero la mayoría de las veces, estarán ustedes de acuerdo conmigo, infravalorada con respecto a su utilidad socioeconómica, y hasta ¿por qué no reconocerlo? denostada por el común que somos todos. Muy conocida es la expresión ”un pico y una pala les daría yo”, aludiendo con ello a la desconsideración con la que contemplamos su trabajo, como si el hecho de componer, escribir, pintar o cualquier otra actividad relacionada con el mundo expresivo y artístico en general, resultara muy fácil o liviana de realizar. Cuando pienso, y espero contar con su permiso para manifestar mi propia opinión, que el hecho de lograr romper esa frontera, que en ocasiones casi conforma muro de sillares ciclópeos tipo cultura micénica, entre cada ser humano en particular para poder establecer el hecho de la comunicación, y encima, hacerlo creando, debe ser más costoso intelectual, emotiva y hasta físicamente hablando (imagínense desmontar una muralla construida con mampostes de piedra de cuatro por cinco metros cada uno) que cualquier trabajo del mundo.
Pensando en ello, y relacionándolo con nuestra receta de hoy, me he animado a incorporarla a este blog, queridos invitados a esta cocina. Con respecto a la presencia de ánimo, la falta de éste puede que sea debida al hecho primaveral en sí, bien por la alergia que todos padecemos, y desde muy antiguo, bien por la conocida astenia primaveral. Esa especie de cansancio que nos invade yo no sé bien por qué, pero que me da la sensación tiene que ser causada por la impresión tan favorable que produce en el organismo el hecho de contemplar cómo resucita la vida. El acto contemplativo creo que adquiere forma en esta estación, en la que nos sumergimos en una especie de apatía no por depresión o tristeza, sino simplemente por dejarnos impregnar de la alegría con que Démeter recibe la vuelta de su hija Perséfone del mundo del Hades. Ustedes estarán de acuerdo conmigo, amigos, cuando algo nos gusta lo que más nos apetece es repatingarnos cómodamente a contemplarlo y disfrutarlo con nuestros cinco sentidos, ¿a qué sí?... pues creo yo que en esas estamos, en plena astenia primaveral.
Vayamos ya con nuestra receta, si a ustedes les parece bien.
Como todos sabemos el alioli es una preparación culinaria de procedencia levantina, si nos referimos a la península desde la que planteamos, escribimos este blog, la ibérica, claro está. De allí, del Levante, llegó a nuestra familia vía el padre de mi marido, es decir, mi suegro, Salvador Serra, cuyo apellido como ya comprueban es propio de esa zona. No conozco el nombre de la provincia o región (comunidad autónoma) de donde podría provenir su familia, pero sí sé que él podría haber nacido casi en cualquier lugar de España, pues su padre, el “abuelo” Vicente, era el escribiente de una compañía que se dedicaba a construir los puentes que entonces servían para la incipiente red de ferrocarriles, de tal forma que unas veces estaban “allí” y otras “aquí”. En una de esas mi suegro se quedó por la zona de Sevilla, donde conoció a su futura mujer y formaron familia. Así fue como la preparación del alioli se convirtió casi en preparación familiar por excelencia, llegando a formar parte imprescindible no sólo de cuantas celebraciones pudieran concitarse, sino también como exquisitez presente cada vez que, esto tengo que decirlo, a mi marido se le ocurría hacerlo para acompañar a unas buenas gambas o unos ricos langostinos, pues es así como habitualmente ha sido degustado en nuestro hogar.
Debo añadirles que nos dedicaremos a la preparación de esta receta mediante procedimiento manual, es decir, usando la maja , el mortero y un simple tenedor, aunque todos sabemos que se puede realizar con batidora eléctrica. Pero existe una pequeña diferencia en los ingredientes necesarios para una forma u otra, pues como todos sabemos, para realizarlo con el pequeño electrodoméstico será habitual incorporar también la clara de huevo. Sin embargo de la forma manual, se prescinde de ella, con lo cual resulta mucho más difícil su elaboración.
Me sugiere ahora, previendo lo que a continuación vamos a tratar, que esta receta me habla de la capacidad transformadora del hombre, cómo a partir de unos elementos tan simples, y hasta adversos para lo que se pretende (la unión de la yema y el aceite) consigue el ser humano crear algo distinto. Se me asemeja, ahora que lo pienso, el proceso éste al mismo que la capacidad creativa del hombre desarrolla. Recrea la realidad componiendo algo nuevo. Parte de materias primas que en sí poco pueden decir, una yema y un poco de aceite, y mediante su esfuerzo (porque para hacer un alioli hay que esforzarse) consigue transformar la realidad de esos dos simples ingredientes, luchando para ello contra todo tipo de adversidades, desde la misma naturaleza de sus componentes hasta, pienso yo, el propio instinto de cada uno que hace huir de aquello que pone a prueba lo que más nos cuesta controlar, en este caso, amigos míos, la paciencia, Porque debo confesárselo también, a mí jamás se me ocurría disponerme a prepararlo, siempre era mi marido el dispuesto a ello, lo cual pudiera parecer un contrasentido, ya que era, pasó por la vida, con el sambenito de resultar ser la persona más impaciente y nerviosa del mundo, y sin embargo, se le ocurría preparar el nombrado alioli, con la extradosis de paciencia que su elaboración exige. Digo yo, pienso ahora, que tal vez mi marido tenía madera de artista, o mejor dicho, que lo fue, aún en la simple preparación de un compuesto culinario, o tal vez lo realizaba como mero ejercicio de control sobre su renombrada escasa paciencia, pudiera ser. El caso es que tenía el valor para enfrentarse a esa especie de abismo que conforma la predisposición a plantear una batalla con y contra la realidad, no sólo externa, sino también interna. Tal vez por eso aludimos a los artistas como personas que no saben asumir la realidad, idealistas, soñadores, creo que saben a qué me refiero, cuando, pensándolo más detenidamente, es comprobable que no sólo es que sepan transformarla, la realidad, sino que para ello, condición sine qua non, han tenido que partir del conocimiento preciso de la misma, y que tal vez lo que a algunos les lleva a enfrentarse a esa batalla es el hecho de saber vislumbrar que con esa realidad, que de por sí no nos dice nada, o simplemente poco, o tal vez nos resulta desagradable, pero que por sí misma es incuestionable, se pueden hacer otras cosas, es decir, se puede cuestionar, a la vez que con ese acto se logra la simpatía, usando este término en toda su vertiente etimológica, sin- pathos, encuentro de ánimos, sentires etc , es decir, y en definitiva, trazando el puente por el que el entendimiento entre seres humanos puede darse. Distinto es que nos guste el alioli o no, porque a mí, lo reconozco, a veces me echa para atrás el sabor a ajo, depende de c´mo se halle nuestro estómago, pero no me negarán que a otras personas sí les puede gustar, y hasta encantar, con lo cual, guste o no guste, como cualquier obra de arte, el hecho innegable es que se ha compuesto algo completamente distinto a la realidad primigenia, pero eso sí, siempre partiendo de ella, como todo artista hace, pues no hay más ser humano comprometido con su mundo que el artista en sí, ya que sin esa realidad no podría realizar su trabajo… como mi marido no podía realizar el alioli sin la yema del huevo y el aceite… Si no hubiera sido consciente de la realidad de esos ingredientes, no podría disponerse a hacerlo. Sólo es que tal vez iba un poquito más allá y no daba al huevo y al aceite por infusionables, como comúnmente los tenemos, el huevo en la nevera, el aceite en su recipiente, allá como materias imposibles de unirse.
Les pido disculpas por esta disgresión, pero es que la tenía dentro, muy adentro, y siendo así, resulta imposible no exteriorizarla.
Vayamos ya nuestra receta, que como todos saben es muy sencilla. Lo que haré es que de camino les ofreceré algunos trucos para hacerla más viable, y que la supuesta imposibilidad de la unión de esos ingredientes sea más llevadera.
Ingredientes:
- Un par de ajos
- Sal, ad libitum
- Una yema de huevo
- Un cuarto de litro de aceite aproximadamente, de semilla o de oliva, vale cualquiera, según gustos, aunque les sugiero utilicen uno de sabor suave
Primero pelen y partan los ajos y deposítenlos en el mortero junto con la sal. A continuación májenlo todo bien hasta formar una pasta densa. Posteriormente incorporen la yema de huevo, comiencen a mezclarla con el tenedor con la pasta anteriormente citada realizando movimientos giratorios, sin levantar el cubierto del fondo del mortero, suavemente, sin estridencias. Entonces vayan incorporando el aceite muy despacio, al principio casi a gotita, sin dejar de mover el tenedor, pues ésta la única forma de que el alioli no se nos corte, es decir, el aceite y la yema decidan no unirse. No se preocupen que ahora hablaremos de algunos trucos para preveerlo, y también para poder solucionarlo si sucediera, que lo más habitual es que sí, que se corte.
Continúen siempre así, girando para mezclar e incorporando poco apoco el aceite. Así, sin darnos cuenta, iremos agrandando la preparación con la incorporación de más y más aceite.

¿Lo ven en esa fotografía?. Ahí, en su mortero, sujeto éste por las manos de mi nieta Victoria, que al parecer ha nacido con el don para la elaboración de alioli, pues nunca he visto que se le cortara. Manos de artista tiene mi (otra) guapísima nieta.
Cuando ya tenemos esa cantidad aproximada, podemos casi respirar tranquilos, ya es muy difícil que el alioli se corte y así, podemos ya disponernos a echar el aceite más a menudo y en mayor cantidad hasta que por fin terminemos con el que previamente hemos establecido.
Ya estará listo para degustarlo. Dispónganse a ello mediante unas rebanadas de pan y armados de un simple cuchillo de untar, y si les apetece, acompáñenlo de unas gambitas cocidas que habrán pelado para “adornar” la citada rebanada de pan previamente impregnada de nuestro artístico alioli. Entonces denle el bocado al pan para que así puedan comprobar cómo todos los esfuerzos han merecido la pena, y al que se le ocurrió prepararlo y además lo hizo, no podemos más que nombrarlo como artista.
Como ya los tenemos hecho, ahora podemos entretenernos charlando a la vez que lo degustamos rememorando todas las adversidades por las que hemos pasado, sentados por ejemplo al fresco primaveral esperando ver pasar alguna cofradía desde nuestro balcón. Por cierto, y aprovecho ahora para comentárselo, este año me han aguado la fiesta, pues acabo de enterarme de que no pasa por debajo de mi balcón una de las cofradías con las que más disfruto. En realidad sí pasa, pero no a su hora habitual en la que lo viene haciendo desde, vamos, casi desde milenios (soy andaluza, no lo olviden, DEBO ser exagerada), con lo cual no me queda más remedio que conformarme. Así lo han decidido en el consejo de cofradías, dicen que por exigir un camino más directo, pero yo me temo que debe ser por otros motivos, lo que sucede es que no debo enumerarlos a aquí, ya que sería rumorear sobre una persona que aunque sólo sea por la edad que tiene, merece todos mis respetos, y entonces este blog comenzaría a parecerse a una revista de cotilleos o del corazón como ahora las llaman. No debo criticar en esta ocasión al consejo de cofradías de Sevilla, porque al final, han actuado muy sensatamente con respecto a todo aquello del lazo blanco, entendiendo que la semana santa es de todos, creyentes o no, así que por una vez , y sin que sirva de precedente, tienen mi bendición.
Por cierto, que al final creo que sólo han decidido lo del lazo blanco en algún lugar del Norte de España, no estoy muy segura de la información, pero se me viene al hilo de esto que tal vez por ello mismo nos distinguimos lo del sur, que sin querer todo lo hacemos bonito, abierto a todo el mundo, hasta las celebraciones que puedan extraerse de las religiones más fundamentalistas y dogmáticas, y hasta oscuras, del mundo. Convertimos una tortura sobre un hombre en un canto a la vida prescindiendo de imágenes en cruentas agonías, evitando las muestras físicas más dolorosas de aquella pasión, adornando esos altares móviles callejeros con lo más hermoso de la naturaleza que son las flores en primavera, convirtiendo madres dolorosas en bellezas dulces y serenas, muchchas, casi niñas, vestidas con los mejores tejidos y encajes como si simularan con ello flores recién abiertas para, con todo ello, rendir homenaje a una bonanza temporal que a todos nos llena de gozo, de emociones dignas de ser vividas.
Tal vez sea ésa el verdadero ser del sur, transformar, recrear, convertir lo cerrado en abierto, lo oscuro en luminoso, lo divino en humano, lo fundamentalista en ejemplo de tolerancia y amplitud de miras y miradas humanas, logar crear un lugar donde cualquiera tiene cabida usando para ello esa capacidad casi instintiva para el sincretismo de las culturas… y si no, compruébenlo en esta otra fotografía:

Sí, vestidos de moros, como cuando los de por aquí profesábamos la religión musulmana, en origen y hoy en día en algunas tendencias, como una de las menos tolerantes, pues en su fundamentos está la guerra santa, la lucha contra el “infiel”. Sin embargo, por aquí pasó significando a su par uno de los mayores ejemplos históricos de consecución de una cultura tolerante, abierta y por tanto, espléndida. Y es que, creo, que a veces, si no siempre, la evolución de las culturas para su mejor progresión depende un mucho del lugar donde se asienten.
Y no me dirán que no estamos guapos y nos queda bien a mi marido y a mí los trajes en cuestión. ¿Qué porqué se me ha ocurrido enseñársela?, se preguntarán y con toda la razón, ustedes. Pues porque nos veo muy guapos, para qué lo voy a negar, presumida que es una (está tomada durante un viaje a Granada que hicimos los dos, en una moto, concretamente en una Lambretta, yo ya embarazada de mi primera hija), pero también porque se me ocurre que si al nombre de nuestra receta de hoy le interponemos una “L”, queda llamada como ali(l)oli, o sea, Alí, nombre de clara ascendencia árabe, y Loli, o sea yo, la que les habla.
Ali(L)oli.
Y así les termino nuestra recta de hoy, elaborada con ajo (alium, del latín), aceite (óleum, del mismo) más una “ele” entremetida de Libertad, que creo yo es la fé que a todos los seres humanos consigue unir, pues siempre he creído que dejando ser libres es como se logra la consecución de lo mejor de nosotros mismos y así podremos construir una humanidad más digna de ser llamada como tal.
Que ustedes la aprovechen, la receta.
Y no, no se me olvidan esos trucos que les comenté, pero es que son muy poquitos, así que aquí mismo se los enumero.
Fundamental, huevo y aceite deben estar a exactamente a la misma temperatura ambiente. No importa si frío o calor, pues en la fotografía en la que aparecían las manos de mi nieta Victoria pueden comprobar que el alioli se estaba realizando en temporada invernal, y además al aire libre, en medio del campo, para ser más exactos. No importa en qué estación del año lo realicemos. Lo único importante será estar pendientes de ese minúsculo detalle, igualdad de temperaturas. Así no surgirán los conflictos, pues ninguno se de los ingredientes se sentirá distinto ni zaherido por el otro, con lo cual, muy gustosamente y mediante nuestro arte, lograrán unirse, convocando con ello a la paz y por tanto al agradable disfrute de todo lo bueno de lo que somos capaces de realizar los seres humanos.
Y espero que no se hayan reído mucho al vernos vestidos de moros granadinos. O sí, que eso resulta muy agradable también, hacer reír. Pero no se preocupen, que ya la próxima vez nos verán vestidos de “cristianos sevillanos” con sus mejores galas, que aquí, como ya saben, en este sur, de todo siempre debe haber, como dios manda.
Y si se les corta, el alioli, no se preocupen, ustedes me preguntan y yo muy gustosa les responderé diciéndoles cómo deben volver a unir los ingredientes.
Un saludo, y ahora sí, que lo disfruten de verdad.

3 comentarios:

miquel dijo...

Buenos días. Ante todo quisiera felicitarle por su excelente blog culinario y la no menos excelente prosa con la que lo adereza. Soy aficionado a la buena cocina y me gusta leer sobre ella en cuanto tengo ocasión, siempre con la oculta esperanza de aprender algo sobre ella y que, con la inconsciencia que caracteriza a los inexpertos en algún arte, pueda lanzarme sin temor a probar nuevos retos culinarios para intentar sorprender y deleitar a mis allegados y, por qué no, a mi mismo. Sin embargo y a pesar de las muchas limitaciones gastronómicas y literarias que poseo, creo que puedo aportar algo de luz a su gran artículo sobre el Ali(l)oli. Respecto al misterioso origen de esta salsa de una no menos misteriosa tierra allá en el levante de la Península Ibérica creo poder afirmar sin riesgo a equivocarme que se trata de Cataluña ("Catalunya" en la curiosa y extraña lengua vernácula de aquel territorio) y que el origen etimológico de la palabra alioli proviene de "allioli" (palabra con la que se nombra allí a dicha salsa) que a su vez proviene de "all" (ajo) y "oli" (aceite) que, a su vez, es más que probable que procedan, como Vd. muy bien dice, de los vocablos latinos "alium" y "oleo". La certeza que tengo sobre estas afirmaciones procede que que soy oriundo de esa zona de la península y que mis padres, que también lo fueron, así me lo contaron. Ya se que no es una fuente muy científica pero creo que es la teoría más aceptada aquí por nuestra tierra y, a falta de una mejor, no está falta de una simple y elegante lógica que, normalmente, arropan a aquellas conjeturas que son ciertas (no olvidemos la navaja de Ockham). No la entretengo más. Ruego disculpe mi audacia y espero que mis puntualizaciones le hallan servido de alguna ayuda, si no, simplemente ignórelas y siga con su fantástico blog que siempre me resulta tan grato de leer. Un saludo.

Sofía Serra Giráldez dijo...

¿Cómo ignorar tan acertada y consecuente uso de la capacidad transmisora del lenguaje de la que usted ha hecho gala al tener a bien, como ha hecho, ofrecernos un conocimiento tan preciso y de primera mano (sus padres y su oriundez))sobre el posible lugar de origen de nuestra querida salsa conocida como Alioli? No sólo constituiría una falta de repeto por mi parte hacia su persona, lo cual no me perdonaría, sino, lo que es no sé si aún más gravoso, una falta de respeto hacia la mía y la misma naturaleza de este blog que, como su talante bien denota que conoce, no es más que el fomento en el intercambio de informaciones y experiencias más o menos personales para así, de esa forma, lograr ampliar el conocimiento de la naturaleza del ser humano, lo que, más o menos creo yo, somos, la que suscribe y cuantos me otorgan el privilegio de leer las palabras que redacto.
Así que no tengo más que agradecerle muy encarecidamente la molestia que se ha tomado, ya que, además de aclararnos, ha conseguido introducir el nombre de otra comunidad (país, región, zona, territorio) de esta península ibérica en este blog, lo cual no sólo es que me complazca, sino que me llena de gozo. Yo, sé que lo comprende, no podía atribuir concretamente, aunque pudiera sospecharlo, pues no poseía esos datos de primera mano que hubrían podido permitirme usar la elegante lógica de la que usted echa mano.
Además, así hemos aprendido una nueva palabra en otro idioma, en concreto el catalán, el vocablo "all". Resulta gratificante comprobar, una y otra vez, cómo los idiomas suelen entenderse mejor entre ellos que las mismas personas que los pronunciamos, aunque en este caso no sea así, pues creo que queda claro el perfecto entendimiento que entre usted y yo ha resultado al hilo de nuestra receta de Ali(l)oli.
Un saludo muy cordial para usted y sus padres, y visca Catalunya, su tierra natal.

Anónimo dijo...

¡Hola querídisima Loli!
Habiendo leído tu artículo, decirte que me ha gustado tu forma de expresarte.
Únicamente quería poner algo más de conocimiento sobre varios puntos que espero te agraden y ayuden a comprender más y mejor, pues aprendiendo sabemos y si sabemos, podemos con todo.
El apellido de tu suegro puede venir de la Comunidad Valenciana, de Cataluña o incluso de las Islas Baleares ya que el significado de el apellido es Sierra en español.
El allioli tiene la (l) como tú dices porque significa all (ajo), i (conjunción en valenciano, catalán y mallorquín) y oli (aceite)
Una última cosa, el auténtico allioli es valenciano y no lleva huevo.
Espero te haya servido de algo.
Un cordial saludo y mucha suerte en tu blog, me parece muy bueno y relajante, perfecto para una buena cocina.