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jueves, 16 de abril de 2009

Otras viandas

Título de la fotografía: Flor entre flores


Título de la fotografía: Muchacho sevillano en primavera


Podría haber titulado esta entrada con el nombre de "Caracoles que ya llueve" o "Cola (que no rabo) de toro", ambas recetas muy indicadas para la estación que vivimos, pero sucede queridos amigos, que con la primavera, no sé qué me ha pasado que se me han quitado las ganas de hablar, o de escribir, que es lo mismo contemplando el tipo de formato (blog) del medio a través el cual me comunico con ustedes. De tal forma, que si a ustedes no les parece mal, me sale del alma estar un tiempo callada, probablemente porque continúa habitando en mí ese gusto por la actividad contemplativa que se inició, como ya les comenté, hace algunas semanas.
Así que para comenzar este ínterim he pensado en dejarles dos fotografías de algunas de las personas queridas que tuvieron el placer de degustar mis ya afamadas tortillitas de bacalao el pasado domingo de resurrección, día en el que fueron disparadas sendas ellas, dos de mis nietos, claro está. Bien, para ser sincera del todo, debo indicarles que uno de ellos, una, sólo las "olió", y comentó que desprendían un aroma exquisito, aunque así y todo, prefirió comerse la consabida ración de pollo asado (con mermelada de fresa, eso sí) comprado en el asador más cercano. Y es que, todos los sabemos, amigos, las flores siempre son muy delicadas, intrínseco a su naturaleza y a su belleza formal lo es.
No sólo de pan vive el hombre, todos lo sabemos también. Por ello he titulado esta entrada de esa manera, con la idea de animarles a alimentarse de otra forma. Por ejemplo, con la compañía de sus seres queridos, o con una buena lectura, o escuchando buenas músicas, aunque también para serles sincera, no es que este último alimento no se lo recomiende con pasión, pues gran melómana me considero, sino que, habida cuenta de que no hay lugar en este mundo donde no te sea obligado oirla, termina una, no harta de ella, pero sí de la falta de silencio que como todos ustedes saben, es a veces la mejor de las músicas, pues nos permite oír cualquier otra, hasta aquéllas que llevamos dentro o llevan dentro las personas que nos importan. Pienso a veces, que esta manía casi psicótica por escuchar música a todas horas, aunuqe sea de la buena, abunda más en hombres que en mujeres, aunuqe estoy segura de que ya saben que yo no soy nada sexista, pero la experiencia me ha enseñado, y por ella he llegado a la conclusión de, que normalmente quien más música necesita oir (una cosa es el gusto y otra la necesidad) es quien más dormidas o poco a la vista tiene sus emociones o sentimientos (esto es normal en plena adolescencia, por ejemplo, donde solemos estar hechos un verdadero lío entre sentimientos, necesidades fisiológicas y demás sucesos naturales de nuestra preclara vida), mientras que aquellas/os que más sinceramente viven con ellas, no sólo no la necesitan, sino que hasta llegan a obviarla lo más posible (estoy segura de que algunas de las cabezas que mantienen los ojos con los que me leen están moviéndose compulsivamente de arriba abajo en este momento, como asintiendo). Tal vez porque la música, reina de las artes, es que la que mejor sabe despertar las emociones en el ser humano, y bastante tenemos ya aquéllas que por suerte las ídem bien despiertas y claras (los ojos bien abiertos, ya saben que recientemente he sido operada de cataratas y por lo tanto veo con los míos que ni dios mismo).
Así que si me lo permiten, les recomiendo la escuchen, pero no por sistema, sino sólo cuando les apetezca. Como cualquier alimento, todo tiene su tiempo y lugar y, ¿se imaginan teniendo que comer todos los días y a todas horas tortillitas de bacalao, pongamos por caso?
Sí, estoy segura de que se lo imaginan.

Así que sin más preámbulos, abro el ínterim de este obstinada necesidad de silencio primaveral, que hasta a mí misma me asombra, aunque no me sol- prende, porque como ya dijo la poeta cuyo nombre no logro recordar

[...]
para probarme,
para profanarme ante una y mi fiel reflejo simétrico, opuesto.
En-diablada-mente opuesto.
Para enfrentarme a la sucinta labor de la silente primavera.

Que ustedes continúen alimentándose muy adecuadamente, amigos, con la inteligencia y el buen gusto con los que siempre han tenido a bien obsequiarme.

Gracias.